viernes

Conocer a los demás

Nos cuenta Plutarco en una de sus historias, que en aquellos tiempos de la antigüedad había un romano que decidió separarse de su mujer abandonándola.
Sus amigos le recriminaron por ello, pues no veían claros los motivos de aquel divorcio:
-¿No es hermosa? -preguntaban.
-Sí. Lo es. Y mucho.
-¿No es, acaso, casta y honrada?
-Sí. También lo es.
Extrañados, insistían en conocer el motivo que había llevado a su amigo a tomar una decisión tan extrema.
El romano, entonces, se quitó un zapato y mostrándolo a sus amigos, preguntó:
-¿Es bonito?
-Sí. Lo es-dijeron ellos.
-¿Está bien hecho?
-Sí. Eso parece -todos aprobaron.
Y entonces él, volviéndoselo a calzar, les aseguró:
-Pero ninguno de ustedes puede decir dónde me aprieta.

De ahí viene la típica frase que hemos oído alguna vez: "¿Dónde me aprieta el zapato?"
Nadie puede saberlo sino el mismo que lo usa. Nadie más que uno mismo puede estar en sus propios zapatos.

Los cheyennes, indios americanos, tienen una frase que encaja con lo expresado. Dice: "Para conocer a una persona, hemos de andar muchos kilómetros con sus propios mocasines".
Algo similar al proverbio español: "No conocerás a nadie hasta haber consumido con él un saco de sal".

De ahí el respeto que nos han de inspirar las decisiones ajenas. Siempre corresponden a situaciones que desconocemos. Y es que no estamos en los zapatos de la otra persona.¡Sepamos dónde nos aprieta el zapato!Pero evitemos juzgar dónde les aprieta a los demás.

Gracias a Astrónoma por el cuento. Besos la más brillante.

5 comentarios:

Ana dijo...

Los zapatos del otro

Nos cuenta Plutarco en una de sus historias, que en aquellos tiempos de la antigüedad había un romano que decidió separarse de su mujer abandonándola.

Sus amigos le recriminaron por ello, pues no veían claros los motivos de aquel divorcio:

-¿No es hermosa? -preguntaban.

-Sí. Lo es. Y mucho.

-¿No es, acaso, casta y honrada?

-Sí. También lo es.

Extrañados, insistían en conocer el motivo que había llevado a su amigo a tomar una decisión tan extrema. El romano, entonces, se quitó un zapato y mostrándolo a sus amigos, preguntó:

-¿Es bonito?

-Sí. Lo es-dijeron ellos.

-¿Está bien hecho?

-Sí. Eso parece-todos aprobaron.

Y entonces él, volviéndoselo a calzar, les aseguró:

-Pero ninguno de ustedes puede decir dónde me aprieta.

De ahí viene la típica frase que hemos oído alguna vez: "¿Dónde me aprieta el zapato?"

Nadie puede saberlo sino el mismo que lo usa. Nadie más que uno mismo puede estar en sus propios zapatos.

Los cheyennes, indios americanos, tienen una frase que encaja con lo expresado. Dice: "Para conocer a una persona, hemos de andar muchos kilómetros con sus propios mocasines".

Algo similar al proverbio español: "No conocerás a nadie hasta haber consumido con él un saco de sal".

De ahí el respeto que nos han de inspirar las decisiones ajenas. Siempre corresponden a situaciones que desconocemos. Y es que no estamos en los zapatos de la otra persona.

¡Sepamos dónde nos aprieta el zapato!
Pero evitemos juzgar dónde les aprieta a los demás.

Doncel dijo...

Ana, interesantes frases y muy inteligentes.
Besos

carme dijo...

Lo que indicas és totalmente cierto y, además, tendemos a esperar que los demás funcionen como nosostros y si no és así los vemos como bichos raros. Respetar lo diferente cuesta.

un saludo

Moony-A media luz dijo...

Llego desde el Sol, con los zapatos en la mano :)

Precioso lugar en que no se juzga a nadie. No es habitual :)

Un beso grande.

Maria dijo...

Ana, desde que lei en un espacio esa frase, reconozco que la tomo siempre prestada, porque lleva tanta verdad inscrita, que ojalá dejásemos de juzgar de una vez y el mundo sería mejor

Buen cuento!
besotes!

Ana y sus bitas